miércoles, 29 de junio de 2011


El género

Una de las consecuencias y a la vez motor del progreso y desarrollo individual es la construcción de una identidad personal. Esta identidad personal se encuentra compuesta de muchas dimensiones, una de las cuales es la dimensión de género.

Hablamos de género como una dimensión psicológica. Supone un proceso de construcción personal y dinámica a lo largo del desarrollo. En él intervienen tanto aspectos biológicos como sociales. Uno de los más importantes es la denominada asignación social y que consiste en la clasificación y categorización de los individuos como pertenecientes a un grupo u otro (niño /niña; hombre /mujer) atendiendo a estereotipos o creencias acerca de lo que significa ser hombre o ser mujer. Dichos estereotipos, aunque estables, se encuentran determinados también socioculturalmente.

El sujeto va construyendo una idea de sí mismo como perteneciente a uno otro grupo de asignación sexual atendiendo a estos elementos. Esta identificación impregna muy diversos ámbitos de su vida, desde su comportamiento a su manera de razonar o pensar.

Cuando hablamos de que alguien es un niño o una niña, en general no sólo nos representamos sus caracteres biológicos de hombre o mujer, sino que tenemos una representación mucho más compleja conformada por creencias acerca de cómo es y debe de ser cada uno de ellos.




ELEMENTOS QUE CONSTITUYEN LA DIMENSIÓN PSICOLÓGICA DEL GÉNERO
¿Cuáles son los puntos de referencia o procesos básicos que sustentan el proceso de construcción de la identidad de género? Diversas teorías evolutivas han tratado de dar respuesta a cuál es el proceso por el que se adquiere esta identidad de género. Todas ellas atribuyen un papel más o menos relevante a dos elementos: Los estereotipos de género y los roles de género.

Los estereotipos son construcciones sociales de índole subjetiva, es decir, no suelen responder o coincidir con la realidad y, en general, se encuentran basados en las creencias sobre las características y potencialidades de cada grupo sexual. Se consideran esquemas de índole cognitiva y emocional. Se construyen sobre un conjunto de ideas, que en el caso de los estereotipos de género contienen apreciaciones, aseveraciones y expectativas acerca de los rasgos de personalidad, actitudes e intereses, conductas, capacidades, etc. que se entienden como propios de hombres y mujeres. Siendo esto así, se convierten en juicios previos o prejuicios sobre los que establecer diferencias entre uno y otro grupo, a la vez que suponen un elemento de evaluación por comparación (entre el estereotipo y la ejecución en los distintos ámbitos de los sujetos).

Estos estereotipos se materializan en la conducta diaria en lo que se denominan roles de género. En este sentido, los roles de género son la ejecución del conjunto de conductas y comportamientos que se consideran ajustados y apropiados a hombres y mujeres, dentro de una cultura determinada (Deaux, Gentile).

Los estereotipos juegan un importante papel en el procesamiento de la realidad por parte de los sujetos. Así mismo, mediante el proceso de socialización, los individuos tienden a asumirlos a la vez que trabajan con ellos como elementos sobre los que construir su propia identidad de género en particular y su autoconcepto en general.

La identidad de género constituye un elemento más de la dimensión psicológica del autoconcepto, compuesto, a su vez, de otros muchos elementos. La identidad de género, al mismo tiempo, está formada por variables determinadas tanto biológicamente como socialmente.

¿Cuáles son los mecanismos y las variables implicadas en la adquisición de la identidad de género y, por consiguiente, qué hace que los individuos tengan un comportamiento que se considere ajustado a su grupo de asignación? Diversas perspectivas teóricas nos aportan explicaciones, a veces complementarias, acerca de estos aspectos.



ALGUNAS TEORÍAS SOBRE LA ADQUISICIÓN DE LOS ESTEREOTIPOS Y ROLES DE GÉNERO

Lo primero que hay que señalar antes de exponer las distintas teorías en que todas parten de la premisa de existencia de diferencias entre hombres y mujeres y tratan de encontrar y explicar las razones por las que muestran, socialmente, diferencias en el comportamiento, el razonamiento, etc.

La otra cara de la moneda la conforman muchas investigaciones y estudios desde enfoques diversos que tratan de encontrar y justificar precisamente lo contrario, es decir, las similitudes entre hombres y mujeres.

Las teorías biológicas

Algunos investigadores centran sus esfuerzos en conocer cuál es el papel de las variables genéticas, hormonales y fisiológicas en las diferencias en el comportamiento y actuación de los individuos de uno y otro sexo (perspectiva biológica). Otros se centran en explicar estas variables en relación con la evolución de la especie y con el comportamiento actual de hombres y mujeres (perspectiva etológica y sociobiológica).

La perspectiva biológica nos brinda una de las aproximaciones a cuáles son las bases de las diferencias de género al señalarnos que en especies próximas al hombre se pueden observar comportamientos distintos entre machos y hembras y que éstos no pueden ser atribuidos a factores sociales sino genéticos (Hinde). Por tanto, los biólogos han mantenido tradicionalmente que muchas conductas, formas de proceder y comportarse, e incluso capacidades y habilidades de orden intelectual de los humanos, han de estar también fundamentadas en diferencias biológicas.

¿A qué se debería esta diferencia entre sexos? Son los etólogos los que se interesan no sólo por el estudio del comportamiento diferencial entre animales de distintas especies, sino por las razones de estas diferencias. Pues bien, para muchos estudiosos de este enfoque, dichas diferencias resultan útiles para el desarrollo de la especie y, por tanto, han ido perfilándose y asentándose a lo largo de su evolución.

Los sociobiólogos también apuntan a que diferencias de distinto tipo entre individuos de diferente sexo, pueden explicarse atendiendo a que, mediante este “comportamiento diferencial”, los individuos aseguran la supervivencia de los genes más apropiados para las generaciones posteriores (Kendrick y Trost). Este enfoque no sólo toma en cuenta los elementos biológicos (genes y hormonas) a la hora de explicar las diferencias de género. Para los sociobiólogos habría que tener en cuenta también factores del entorno en la comprensión de tales diferencias. Así, partiendo de una base genética distinta en hombres y mujeres, son las condiciones del entorno las que propician, mantienen y completan esa diferenciación. Por otra parte, para algunos sociobiólogos, aun siendo esto cierto, habría que tener en cuenta otro factor: la interacción entre elementos biológicos y ambientales, para producir un desarrollo normal, ha de confluir en momentos determinados, lo que se denomina “periodos críticos”.


 Los modelos cognitivo-evolutivos

Los modelos cognitivo-evolutivos tratan de investigar y explicar cómo se produce la adquisición de los roles de género y, por tanto, la identidad de género. Sus objetivos fundamentales son el conocimiento de cómo se adquiere y desarrolla la identidad de género y cuál es la relación entre la comprensión del género y las conductas tipificadas de género o conductas que se consideran propias de cada grupo de asignación social. dado que las aproximaciones cognitivo-evolutivas tienen como eje explicativo del desarrollo cognitivo la progresión en la capacidad para comprender la realidad por parte de los sujetos, en lo que se refiere al desarrollo de la identidad de género y de los roles de género, estas teoría señalan que, con carácter general, esta depende de la capacidad del niño para comprender los conceptos de varón y mujer, así como de identificarse con los rasgos y características socialmente asumidas para cada uno de estos grupos. A su vez, la comprensión del género es un aspecto del desarrollo cognitivo general y emerge como consecuencia del mismo (Kolhberg; Kolhberg y Ullian).

Según estos modelos, es necesario atender a tres procesos evolutivos para entender tanto el desarrollo de la identidad de género como la adquisición de los estereotipos de género que corresponden a cada uno de los sexos:
1.     Incremento en la capacidad para comprender los conceptos de varón y hembra.
2.     Incremento en la capacidad para identificarse con el propio sexo.
3.     Incremento en el conocimiento del género y de los estereotipos de género. Este conocimiento hace aparecer la conducta sexualmente tipificada.
Como vemos, la percepción adecuada del género y la autopercepción del mismo, son elementos previos a la conducta sexualmente tipificada. Pero ya que la adquisición de estas capacidades se realiza de forma gradual y evolutiva, la adquisición de la identidad de género se produce, también, a lo largo de una serie de estadios (Kolhberg) que son los siguientes:

Identidad /etiquetado de género:

En los años preescolares, los niños distinguen como categorías distinta a las mujeres y a los varones. Es decir, son capaces de etiquetarse correctamente a sí mismo y los otros, dentro de un grupo (chico, chica; niño, niña; hombre, mujer). Así mismo, son capaces de establecer todo un conjunto de elementos que serian “propios” o que “definirían” a los varones y a las mujeres.

No obstante, ya que etiquetan dependiendo de rasgos externos “propios” de uno u otro sexo, tienden a pensar que el sexo de un sujeto puede variar si introducimos elementos externos del otro.

Estabilidad de género:

Las dificultades y comprensión parcial basada en rasgos externos se van modificando lentamente. Aunque se produce un avance en cuanto a que los niños muestran ya una comprensión de que a lo largo del desarrollo el género permanece estable, siguen pensado que el hecho de modificar rasgos que se consideran apropiados de género (BerK) conlleva un cambio de sexo.

Consistencia de género:

Entre los cinco y los siete años, los niños muestran una clara y consistente comprensión de que el sexo es una característica permanente, no alterable con elementos externos y superficiales como la ropa, el comportamiento, etc. Por tanto, existe una comprensión de que ser hombre o mujer es un rasgo estable de identidad.

A través de la evolución de estos tres estadios se alcanza lo que se denomina la constancia de género y supone la capacidad para comprender que los individuos son varones o mujeres de forma permanente. Que el sexo está determinado biológicamente y que éste no cambia atendiendo a elementos externos (Bem).

Para Kolhberg, la adquisición de esta constancia de género hacen que los niños se sientan motivados a aprender los roles y los comportamientos apropiados de cada género y supone la base para la adquisición de las conductas sexualmente tipificadas.



El aprendizaje como base de la adquisición de los estereotipos y roles de género

Los teóricos del aprendizaje opinan que el factor crucial de las diferencias entre hombres y mujeres es de origen social y que el mecanismo por el que el individuo adquiere los roles de género es el aprendizaje. Para ellos, el aprendizaje de los roles de género se rige por los mismos principios y leyes que el de las conductas en los demás ámbitos.

Según este modelo, la aprobación social, proveniente tanto de los adultos como de los iguales, es un elemento esencial para el aprendizaje y desarrollo de los roles de género. Así, los adultos tienden a reforzar las conductas que son ajustadas al género o, como señalan algunos autores (Fagot y cols; Fagot y Hagan; Huston), a recompensarlas más que cuando el niño o niña exhibe un comportamiento que no se considera ajustado. Un aspecto importante es que existe un tratamiento diferencial de los adultos hacia los niños y las niñas en lo que se refiere al refuerzo o no de los comportamientos tipificados sexualmente.

Por otra parte, se ha observado esta misma conducta diferencial por parte de los padres respecto a la importancia que se atribuye al juego y los juguetes tipificados si estos son utilizados por niños o por niñas. No obstante, hay que señalar que algunos autores (Maccoby y Jacklin) no encuentran realmente un trato diferencial en las prácticas de crianza respecto a cuestiones relevantes. De lo que no cabe duda es que juguetes y juegos constituyen un ámbito de aprendizaje y desarrollo de suma importancia.

Otro de los principios en los que se basa el aprendizaje de los papeles de género es la observación de modelos del entorno. La sociedad en su conjunto y, en particular los adultos que rodean al niño desde el momento de su nacimiento, muestran un amplio repertorio de conductas sexualmente tipificadas. Algunos de esos adultos son especialmente relevantes para el niño. Estos se convierten muy pronto en modelos a seguir por el niño y cuya conducta tienden a imitar al tratarse de personas cercanas afectiva y emocionalmente (Bandura; Sears y cols).

  

¿Tratan los padres de igual manera a los niños que a las niñas?

Ya en sus primeros momentos de vida, los padres tienen una percepción diferente de ellos, según se trate de un niño o una niña. Los padres tienden a atribuir a sus bebes características físicas y cognitivas distintas según se trate de un niño o una niña. Por ejemplo, suelen percibir a los varones como poseedores de una mejor coordinación, fortaleza, altura o peso. A las niñas les asignan características relacionadas con la calidez, delicadeza, mayor torpeza y menor atención (Rubin, Provenzano y Luria). Estos rasgos son atribuidos por los adultos, tanto si los bebés son, realmente, varones o mujeres como si “creen” que lo son. Así, cuando se les presenta a un bebé vestido con ropas típicas de niño le atribuyen estereotipos masculinos aunque se trate de una niña (Bell y Carver; Dalk).

Otro ámbito de atribución diferencial es el de los comportamientos. Por ejemplo, Stern y Karraker llevaron a cabo un estudio en 1989 en el que adultos oían pero no veían a un bebé. Cuando este lloraba y el investigador lo etiquetaba como niño, el llanto se interpretaba como enfado, mientras que si se decía que era una niña se atribuía a miedo. Todas estas percepciones tamizan, a buen seguro, las expectativas de los padres acerca de sus hijos según sean estos niños o niñas y, por tanto, el comportamiento y pautas de crianza que tenderán a desplegar con unos y otras.

Algunas diferencias en el trato comienzan en los primeros meses. Por ejemplo, a los varones se les suele estimular mas a que realicen actividades físicas como movimiento, gateo, caminar, etc. mientras que a las niñas se les estimula mucho más en lo que se refiere a aspectos de comunicación e intercambio oral (McDonald y Parke; Wasserman y Lewis).

Otro ámbito en el que las pautas de crianza son claramente distintas es en el terreno de los juguetes y los juegos. Desde el comienzo, los padres tienden a comprar juguetes “consistentes” con el género del niño, o considerados como neutros, mucho más que juguetes típicos del sexo opuesto. Sin embargo, también sabemos que es más probable sea mayor cuando es un niño el que pide juguetes típicamente femeninos que al revés. En lo que a los juegos se refiere, se observa esta misma tendencia.

  

La socialización del género en la escuela

Otro ámbito de especial relevancia para la socialización de los estereotipos de género es la escuela. Al igual que los padres, los profesores, fundamentalmente de escuela infantil y primaria, también se comportan de forma diferente ante niños y niñas.

En general, las investigaciones señalan que los profesores tienen un comportamiento más brusco y regañan más a los niños que a las niñas. Algunos autores señalan que esto puede ser debido a que la expectativa de mal comportamiento es superior para los niños que para las niñas. Esto lleva aparejado un efecto curioso y es que cuando las niñas no son obedientes o no se muestran socialmente maduras según lo esperado, son percibidas más negativamente por los profesores que los niños que actúan de igual manera.

Los maestros de escuela infantil motivan y refuerzan más las conductas, los juegos y las actividades cuando estas son apropiadas al sexo, sobre todo si se trata de niños. Para algunos autores, por tanto, no resulta extraño que los niños muestren una actitud más intransigente que las niñas respecto al cambio de juguetes.

Otro aspecto en el que se asemejan padres y profesores es el número y tipos de ayudas que prestan a niños y niñas al realizar distintas actividades y juegos. Estos comportamientos, también en este contexto, suelen responder a las expectativas que se tienen sobre ambos sexos.
Por tanto, en la escuela como en casa, algunos estudios sugieren que a los niños se les estimula mas a realizar actividades físicas que a las niñas, a la vez que si alcanzan sus metas son más elogiados. Por otra parte, los niños son más fácilmente recriminados cuando se desvían de los estereotipos de su género, mientras que con las niñas se es mucho más permisivo.



LA CAPACIDAD PARA RECONOCERSE A SÍ MISMO

La emergencia de un sentido del Yo como ser independiente y distinto de los otros, tiene un claro reflejo en la capacidad para reconocerse a sí mismo, es decir, en la capacidad de autorreconocimiento.

Las investigaciones clásicas sobre el autorreconocimiento llevadas a cabo por Lewis y Brooks-Gunn se realizaron pintando con pintalabios a bebes de distintas edades y sin que éstos se dieran cuenta. Después se les ponía delante de un espejo para ver si daban muestras de autorreconocimiento. Se consideraba como tal cuando el niño se llevaba la mano a la marca. Otra estrategia para estudiar el autorreconocimiento se ha llevado a cabo mediante fotografías y videos en los que aparecían los niños de los que se pretendía averiguar si eran capaces de reconocerse en ellas (Bigelow y Johnson).

Estos estudios han mostrado que reconocerse a sí mismo resulta bastante temprano en el desarrollo, aunque parece haber un desfase entre los hallazgos de distintas investigaciones. Diversos estudios muestran cómo hacia los cinco meses de vida algunos bebés son capaces de reconocerse y diferenciar partes de su cuerpo de las de los otros niños cuando se les pone delante de un espejo, parece que esta capacidad se presenta de forma más clara hacia los 15 meses. No obstante, esta capacidad seguirá refinándose y afirmándose de forma que, hacia los 24 meses, podemos hablar de autorreconocimiento en sentido estricto. Por otro lado, las investigaciones realizadas con videos y fotografías parecen aportar información acerca de que este reconocimiento de sí mismo aparecería algunos meses después, sin que olas razones de este fenómeno hayan sido explicadas.

En 1990, Lewis y cols. En el marco de sus investigaciones encaminadas a descubrir la emergencia del autorreconocimiento utilizando el espejo, y con niños de entre 15 y 24 meses, halagaron y reforzaron verbalmente a los niños que se habían reconocido en él. Cuando esto ocurría, los niños reaccionaban sonriendo, agachando la cabeza y mirando de reojo o se tapaban la cara, lo que resulta una clara muestra de sentimientos de vergüenza ante el halago y el investigador. Asimismo, los niños que no dieron señales de haberse autorreconocido no respondieron ante esta adulación.



LA EVOLUCIÓN DEL AUTOCONCEPTO A LO LARGO DE LA INFANCIA

Desde los primeros años la adquisición del pensamiento simbólico y del lenguaje juega un papel muy importante en el asentamiento y desarrollo del Self. El lenguaje permite que el niño pueda pensar y expresar su especificidad como ser de un modo que nunca antes lo había hecho, por ejemplo, mediante el uso de nombres, pronombres o la expresión de deseos o sentimientos.

¿Cómo se ve a sí mismo un preescolar?

Desde los dos años, los niños aportan mucha información acerca de su visión de sí mismos, ya que utilizan de forma habitual expresiones referidas a ellos como “yo no lloro cuando me pinchan” o “yo ya soy mayor”. Estas expresiones, junto con el uso masivo de pronombres posesivos, indican claramente una conciencia por parte del niño de su especificidad frente a los otros.

Si hacia los dos o tres años se pregunta a un niño cómo es, sus respuestas suelen ser del tipo “soy un niño” o “tengo unos pantalones verdes”, es decir, en torno a características físicas, posesiones o preferencias. Estas respuestas muestran que el niño pequeño basa su conocimiento de sí mismo en categorías, en aspectos muy concretos y en rasgos observables y singulares (Fisher) propias de un pensamiento preoperatorio. Hay que señalar que las autodescripciones de los niños se conforman siempre en torno a características y aspectos positivos.

A lo largo de los años preescolares, los niños muestran un considerable avance utilizando cada vez un mayor número y rango de categorías a la hora de describirse. Estas nuevas características incluyen las psicológicas, las emocionales y las conductuales.

Asimismo, va siendo capaz de coordinar categorías que antes aparecían dispersas, por ejemplo, pueden describirse como buenos jugando a las cartas, con el ordenador, etc.

Otra de las características del autoconocimiento a lo largo de esta etapa es que los niños comienzan a utilizar opuestos, como alegre o triste, para identificarse o identificar a otros. Estas categorías, sin embargo, son entendidas por los niños de estas edades como exhaustivas, en el sentido de que o se es bueno o se es malo, es decir, los sujetos se representan a sí mismos y a los otros como poseedores de una única cualidad, y no pueden entender, por ejemplo, que alguien pueda ser amable con determinadas personas y utilice un patrón de comportamiento distinto con otras.



EL AUTOCONOCIMIENTO A TRAVÉS DE LOS AÑOS ESCOLARES

Al final del periodo preescolar, los niños ya ha desarrollado un concepto de sí mismos, sin embargo podríamos decir que dicho concepto es bastante superficial y estático. Su avance en la experiencia social, en el conocimiento de los otros y sus herramientas intelectuales serán el fundamento del progreso a lo largo de los años escolares.

Desde los seis años el autoconocimiento de los niños comienza a ser más complejo e integrado. Se enriquece, por ejemplo, con la posibilidad de coordinar categorías de sí mismo que antes estaban separadas o que eran opuestas. Este mismo progreso se observa cuando describen o intercalan con otras personas.

Es a lo largo de los años escolares cuando el niño será capaz de reconocerse plenamente, de conocer y tomar conciencia de sus estados internos así como de reconocerlos en los otros. Esto posibilita que el niño se describa a sí mismo y a los otros a través de rasgos de personalidad.

Durante estos años, además, los niños comienzan a utilizar otro tipo de categorías que resultan muy interesantes y que tienen que ver con una toma de conciencia de pertenencia a grupos. Así incluyen es sus descripciones, por ejemplo, el que son “hinchas de un equipo de fútbol” o “fans de un cantante”. Ello les permite el acceso a una dimensión de autoconocimiento muy útil: la toma de conciencia de características compartidas con otros, que le identifican con los miembros de un grupo pero que a su vez, no le impiden seguir siendo ellos mismos.

Los niños de estas edades tienden a compararse en rasgos y habilidades con los otros o con sus grupos (Ruble y Frey). Esto supone un avance personal y social muy importante ya que el niño comienza a percibirse también como un individuo que desempeña roles distintos dependiendo del grupo al que se esté refiriendo (en el equipo de fútbol es delantero, en su casa es el pequeño, en el colegio es el que sabe hacer mejor las cuentas, etc. ). Precisamente, la toma de conciencia de estos distintos roles es una de las bases sobre las que construye su percepción de sí mismo como alguien único frente a los otros.

Estos aspectos suponen un progresivo aumento de la capacidad de autorregulación, es decir, de ajustar el comportamiento dependiendo de las situaciones y personas con las que se esté interactuando.

Las descripciones, la toma de conciencia y el autoconcepto construido en torno a todos estos rasgos, a las competencias intelectuales y físicas irá matizándose, coordinándose y haciéndose más complejo y completo a lo largo de toda la adolescencia.




EL AUTOCONCEPTO EN LA ADOLESCENCIA


Durante la preadolescencia, en el terreno del autoconocimiento psicológico y emocional, tienden a pensar sobre ellos mismos en torno a categorías o rasgos únicos y consistentes, de manera que ello rebaja y aleja la probabilidad de enfrentarse a atributos que pudieran llegar a ser contrarios, es decir, tienden a tener una conciencia y conocimiento que podríamos denominar compartimentalizado (Fisher, Linville, Harter), de forma que ésta pudiera ser una estrategia para evitar que rasgos considerados como negativos en un ámbito puedan “contaminar” otras esferas del autoconcepto.

Es necesario tener en cuenta a la hora de entender el autoconcepto adolescente algunos rasgos de su desarrollo en al ámbito psicoemocional y que fueron expuestas por Elkind. Estos rasgos se basan en la tendencia del adolescente a percibirse a sí mismo como un ser cuyas experiencias y emociones son difícilmente comprensibles por los otros (egocentrismo), a creer que su vida y experiencia son únicas (fábula personal) y que son el centro de atención e interés de los demás (audiencia imaginaria). Asimismo, tienen tendencia a percibirse a salvo de las repercusiones de conducirse de forma peligrosa o temeraria, a pesar de ser conscientes del peligro (fábula de invencibilidad).

Los sujetos van siendo cada vez más capaces de ajustar su pensamiento y conocimiento de sí mismo a la realidad, como también de coordinar y formar una idea global, coherente e integrada de ideas e informaciones contradictorias acerca de quiénes y cómo son. Este autoconcepto global estará conformado por esferas diversas como la social, la ocupacional, la política o la moral y en la que los adolescentes tienden a formar y mantener autoconceptos consistentes en torno a sistemas organizados y coherentes de creencias y valores. (Damon y Hart; Higgins). En sintonía con este esfuerzo por alcanzar un autoconocimiento complejo y ajustado, el adolescente busca construir una identidad propia.




LA AUTOESTIMA

Si una de las tareas propias del desarrollo es la de construir un concepto de sí mismo, resulta esencial que ese concepto de sí mismo posea connotaciones positivas y ajustadas a la realidad. Es decir ¿nos hace sentir igual el pensamiento de que somos capaces de hacer algo cuando tenemos una idea de nosotros mismos como inhábiles en un terreno? Está claro que el conocimiento que cada sujeto construye de sí mismo, no es únicamente un conjunto de rasgos o características sin repercusión en otros ámbitos. Estamos hablando de la autoestima.

La autoestima es un elemento del autoconcepto. Podemos definir la autoestima como el conjunto de juicios que hacemos acerca de cómo somos. Estos juicios llevan asociados, a su vez, un conjunto de emociones y sentimientos. Las expresiones del tipo “soy torpe ante situaciones sociales” suponen un análisis del sujeto en varios niveles:
1.     Comparación respecto a otros que son hábiles o considerados como inteligentes o capaces.
2.     Pueden llevar asociados pensamientos acerca de lo dificultoso (si no imposible) de remontar esas situaciones, ya que en muchas ocasiones se entienden dichas posibilidades o aptitudes como características de los sujetos y no modificables.
3.     Estos pensamientos y juicios llevan aparejados sentimientos de incompetencia, ansiedad, etc.
4.     El individuo evalúa, comparando, lo que él cree que es.
Parece claro que nuestro sistema de creencias sobre nosotros mismos tiende a compararse con otro sistema de representaciones y creencias sobre lo que querríamos o deberíamos ser. Estas comparaciones nos harán caer en la cuenta de la existencia o no de discrepancias entre ambos sistemas.

Tradicionalmente se ha insistido en que las discrepancias pueden ser generadoras de desajustes en el individuo. Actualmente se considera que a lo largo del desarrollo se producen, de forma natural y en diferentes magnitudes, dichas discrepancias.



LA EVOLUCIÓN DE LA AUTOESTIMA

Los años preescolares

La capacidad para comparar el Yo real y el Yo ideal aparece relativamente pronto. Antes de los siete años los niños son capaces de enumerar un buen número de rasgos que le caracterizan y de qué cosas hacen bien. Sin embargo, su autoestima está conformada por un conjunto de informaciones dispersas y no conectadas. Así, el niño puede decir que es muy valiente o que ayuda a recoger su habitación sin conectar esas habilidades con otras áreas más generales de su actuación ni, por supuesto, de su personalidad. Por ello, Harter apunta a que los preescolares no poseen autoestima global sino un conjunto de primeras autoestimas.

Hacia los dos o tres años, los niños se perciben a sí mismos como competentes en general y expanden esa percepción a todas las áreas: físicas e intelectuales. Esta tendencia se encuentra relacionada con las informaciones que los cuidadores o los padres les ofrecen y que, generalmente, son aduladoras y positivas, informaciones que van modificándose con los años, volviéndose más exigentes. Hacia el final del periodo preescolar el niño se vuelve mucho más sensible a las valoraciones que hacen los adultos acercad e su conducta, pensamientos y emociones. Sus sentimientos frente al éxito y el fracaso están muy relacionados con la reacción del adulto ante ellos. El niño aprende pronto que sus conductas son evaluadas por otros y comienza a anticipar las reacciones de los demás frente a dichas conductas. Estas evaluaciones resulta un elemento fundamental sobre el que construirá su evaluación.
Si este comportamiento de abandono prematuro e injustificado se produce sistemáticamente puede, asimismo, ser síntoma de una baja autoestima, inseguridad y pueden ser indicio de sujetos excesivamente dependientes de las informaciones del entorno.


La autoestima a través de los años escolares

El proceso de socialización en el que crecen inmersos los individuos supone la adquisición de un conjunto férreo de normas y expectativas que acaban siendo asumidas por los sujetos como propias. Hacia los siete u ocho años los niños ya han internalizado de forma muy consistente lo que los demás esperan de ellos y, por otra parte, ya conoce un amplio conjunto de normas y reglas acerca de muy diversos órdenes. Para Higgins estas normas y expectativas sirven al niño como una potente fuente de comparación respecto de su Yo real. Es decir, estas internalizaciones serian referentes, “auto-guías” con las que el niño compara su actuación y competencia real. Con la edad, estos referentes pueden modificarse siempre y cuando vaya también desarrollando un sentimiento de autonomía e independencia.


Por el contrario, padres represivos, autoritarios, excesivamente preocupados por las comparaciones con otros niños, adolescentes o modelos suelen generar en sus hijos una autoestima baja, ya que estos asumen la necesidad de modelos exteriores que controlen su comportamiento y que sus rasgos son permanentes, es decir, con poca o nula posibilidad de cambio. Los padres que utilizan pautas de crianza sobreprotectoras pueden llegar a generar el mismo tipo de autovaloraciones.

El grupo de iguales es otro referente importante durante estas edades, ya que los niños tienden a compararse sistemáticamente con otros y a tomar muy en cuenta sus opiniones y valoraciones sobre ellos mismos. El afianzamiento y pleno rendimiento de su teoría de la mente, hace que los niños tomen muy en consideración cualquier valoración de los otros ya que él también las realiza sobre ellos.

El autoconcepto generado durante estos años y su valoración resultan de gran importancia para el posterior desarrollo psicológico y emocional. Muchas de las visiones que sobre uno mismo adquiere durante la infancia, especialmente durante el final de esta etapa, resultan difícilmente modificables en edades posteriores.



AUTOESTIMA Y ADOLESCENCIA: ALCANZAR UNA IDENTIDAD

Durante la preadolescencia y los primeros años de la adolescencia, los sujetos experimentan un ligero descenso en su autoestima que se irá recuperando progresivamente. Se han apuntado diversas causas como explicación de este descenso. Para algunos autores (Symmons y Blyth), éstas se encuentran en los cambios biológicos y la necesidad de ajuste psicológico, y una mayor conciencia sobre sus diversos aspectos de la personalidad (y de su carácter contradictorio). Otros, en cambio, señalan que el paso de la escuela primaria al instituto supone un cambio que origina en muchos jóvenes sensaciones de desasosiego y desorientación al pasar de un entorno confortable, controlado, en el que eran conocidos y en el que poseían una identidad, a otro en el que la mayor competitividad y una relación más adulta con los profesores, pueden hacer que su identidad y su autoestima se resientan. Otra razón esgrimida para el descenso de la autoestima en la adolescencia es que el individuo añade a su espectro de expectativas y comparaciones nuevos ámbitos como el del amor o el de la competencia laboral y profesional. Esto lleva aparejadas una gran desorientación e inseguridad.

Durante la adolescencia, una de las tareas más trascendentes y difíciles para los sujetos es la de “encontrarse a sí mismos”. Como señalan Stassen y Thompson, deben construirse y afianzarse como seres independientes del entorno, sin embargo, lo hacen desde la necesidad de mantener conexiones con el pasado. Buscan y se empeñan en ser autónomos, pero a la vez precisan afianzar su pertenencia a un grupo asumiendo y aceptando valores, normas y principios de dicho grupo.

Resulta especialmente relevante la construcción de una identidad madura que se va adquiriendo paulatinamente en esta etapa de la vida y que se irá refinando a lo largo del resto de la misma. Este proceso y, sobre todo, su resolución tienen un papel importante en la autovaloración de los adolescentes.



El género


Una de las consecuencias y a la vez motor del progreso y desarrollo individual es la construcción de una identidad personal. Esta identidad personal se encuentra compuesta de muchas dimensiones, una de las cuales es la dimensión de género.

Hablamos de género como una dimensión psicológica. Supone un proceso de construcción personal y dinámica a lo largo del desarrollo. En él intervienen tanto aspectos biológicos como sociales. Uno de los más importantes es la denominada asignación social y que consiste en la clasificación y categorización de los individuos como pertenecientes a un grupo u otro (niño /niña; hombre /mujer) atendiendo a estereotipos o creencias acerca de lo que significa ser hombre o ser mujer. Dichos estereotipos, aunque estables, se encuentran determinados también socioculturalmente.

El sujeto va construyendo una idea de sí mismo como perteneciente a uno otro grupo de asignación sexual atendiendo a estos elementos. Esta identificación impregna muy diversos ámbitos de su vida, desde su comportamiento a su manera de razonar o pensar.

Cuando hablamos de que alguien es un niño o una niña, en general no sólo nos representamos sus caracteres biológicos de hombre o mujer, sino que tenemos una representación mucho más compleja conformada por creencias acerca de cómo es y debe de ser cada uno de ellos.


martes, 22 de febrero de 2011

EQUIDAD ESCOLAR




Cómo lograr una autoridad positiva?



Tener autoridad, que no autoritarismo, es básico para la educación de nuestro hijo. Debemos marcar límites y objetivos claros que le permitan diferenciar qué está bien y qué está mal, pero uno de los errores más frecuentes de padres y madres es excederse en la tolerancia. Y entonces empiezan los problemas. Hay que llegar a un equilibrio, ¿cómo conseguirlo para tener autoridad? 







Pablo Pascual Sorribas
Maestro, licenciado en Historia y logopeda. 





Todas estas recomendaciones pueden ser muy válidas para  tener autoridad positiva o totalmente ineficaz e incluso negativa. Todo depende de dos factores, que si son importantes en cualquier actuación humana, en la relación con los  hijos son absolutamente imprescindibles: amor y sentido común.  
El amor supone tomar decisiones que a veces son dolorosas, a corto plazo, para los padres y para los hijos, pero que después son valoradas de tal manera que dejan un buen sabor de boca y un bienestar interior en los hijos y en los padres.  
El sentido común para aplicar la técnica adecuada en el momento preciso y con la intensidad apropiada, en función del niño, del adulto y de la situación en concreto. El sentido común nos dice que no debemos matar moscas a cañonazos ni leones con resorteras.  Un adulto debe tener sentido común para saber si tiene delante una mosca o un león. Si en algún momento tiene dudas, debe buscar ayuda para tener las ideas claras antes de actuar. 

JULY



La influencia del ambiente familiar

El ambiente familiar influye de manera decisiva en nuestra personalidad. Las relaciones entre los miembros de la casa determinan valores, afectos, actitudes y modos de ser que el niño va asimilando desde que nace. Por eso, la vida en familia es un eficaz medio educativo al que debemos dedicar tiempo y esfuerzo. La escuela complementará la tarea, pero en ningún caso sustituirá a los padres. 


El ambiente familiar no es fruto de la casualidad ni de la suerte. Es consecuencia de las aportaciones de todos los que forman la familia y especialmente de los padres. Los que integran la familia crean el ambiente y pueden modificarlo y de la misma manera, el ambiente familiar debe tener la capacidad de modificar las conductas erróneas de nuestros hijos y de potenciar al máximo aquellas que se consideran correctas.

Para que el ambiente familiar pueda influir correctamente a los niños que viven en su seno, es fundamental que los siguientes elementos tengan una presencia importante y que puedan disfrutar del suficiente espacio:

  1. AMOR
  2. AUTORIDAD PARTICIPATIVA
  3. INTENCIÓN DE SERVICIO
  4. TRATO POSITIVO
  5. TIEMPO DE CONVIVENCIA          
José María Lahoz García
Pedagogo (Orientador escolar y profesional),
Profesor de Educación Primaria y de Psicología
y Pedagogía en Secundaria 

En otros terrenos, como es el de la influencia en el comportamiento agresivo, sí se da un cambio evolutivo. El control estricto sin explicación de las normas se asociaba durante los años preescolares con niño dóciles, no agresivos; este patrón continúa siendo así solo si se ve acompañado de niveles razonables de afecto, ya que, si esto no sucede, es decir, si junto a un comportamiento autoritario se da falta de afecto, comienzan a aparecer comportamientos antisociales; en concreto, el castigo, especialmente el castigo físico, encuentra una conexión particularmente acusada con la agresividad del niño, en cuanto que estos pueden ver en sus padres agresivos un modelo de comportamiento por imitar, siendo a veces frecuente que se manifiesten como dóciles en el contexto de la familia, pero agresivos en otros ambientes (en la escuela, con los iguales).



El ambiente familiar influye de manera decisiva en nuestra personalidad. Las relaciones entre los miembros de la casa determinan valores, afectos, actitudes y modos de ser que el niño va asimilando desde que nace.
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¿Es mi hijo una persona insegura?

La seguridad en uno mismo no es una cualidad innata que poseen algunas personas. Más bien es una consecuencia del nivel de autoestima conseguido. ¿De qué factores depende la autoestima en un niño? ¿Cómo podemos los padres incrementar el nivel de autoestima de nuestros hijos?
La autoestima es el grado de complacencia que produce la propia persona a sí misma y se desarrolla cuando el niño se siente amado de forma incondicional, si nota que importa a otras personas y si comprueba que es capaz de hacer cosas que son apreciadas y valoradas por los demás. Los padres podemos ayudar a nuestros hijos a tener más seguridad y confianza y aumentar su grado de autoestima. Las estrategias básicas para desarrollar la autoestima en los niños son las siguientes:
  • Demostrar a nuestro hijo que le queremos, a pesar de sus defectos. Decírselo con palabras y con hechos, mostrando interés por las cosas que hace, dice y siente.
  • Decirle siempre las cosas que hace bien. No dar por supuesto que ya sabe que están bien, incluso decírselas antes que las que no hace tan bien. Que perciba siempre lo bueno y lo malo.
  • No exagerar los logros, no faltar a la verdad. Conviene mostrar los sentimientos que nos producen.
  • Detectar sus mejores habilidades y elogiarlas para que las cultive

Y tener en cuenta que:
  • La percepción que tienen los niños de las reacciones de sus padres no se alimenta exclusivamente de las palabras que dicen.
  • Se trata de que el niño se sienta valioso y querido, no del hecho objetivo de que tenga cualidades o habilidades sobresalientes o de que haya personas que le quieran.
  • Las reacciones de las personas que rodean al niño son más importantes que la posesión o ausencia de cualquier habilidad o defecto concreto.
  • Son las personas afectivamente más cercanas al niño, las que más pueden influir y potenciar el crecimiento de la autoestima.

José María Lahoz García
Pedagogo (Orientador escolar y profesional),
Profesor de Educación Primaria y de Psicología
y Pedagogía en Secundaria 


La imagen de sí mismo, que empieza a construirse durante la infancia, y el grado de complacencia que le produce esta imagen son dos realidades que se irán modificando a lo largo de toda la vida en función de las nuevas experiencias, de la propia conciencia y de las nuevas reacciones que tengan los demás hacia él. Los niños valoran todo porque se dan cuenta y sienten las actitudes que acompañan a las palabras, la sinceridad, honestidad de los sentimientos y toda la verdad que aparentemente ocultan.
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¿Cómo lograr una autoridad positiva?

Tener autoridad, que no autoritarismo, es básico para la educación de nuestro hijo. Debemos marcar límites y objetivos claros que le permitan diferenciar qué está bien y qué está mal, pero uno de los errores más frecuentes de padres y madres es excederse en la tolerancia. Y entonces empiezan los problemas. Hay que llegar a un equilibrio, ¿cómo conseguirlo para tener autoridad?
La autoridad es un valor en alza que los padres conscientes deben procurar tener. Se consigue y se pierde en función de las actuaciones concretas en relación con los hijos.
La permisividad, ceder después de decir no, el autoritarismo, la falta de coherencia entre la pareja y con uno mismo, gritar, perder los estribos, no cumplir las promesas ni las amenazas, no negociar, no escuchar y exigir éxitos inmediatos son actuaciones que debilitan la autoridad.
Estos son los principales errores que, con más frecuencia, debilitan y disminuyen la autoridad de los padres:
  • La permisividad
  • Ceder después de decir no
  • El autoritarismo
  • Falta de coherencia
  • Gritar. Perder los estribos
  • No cumplir las promesas ni las amenazas
  • No negociar
  • No escuchar
  • Exigir éxitos inmediatos

Actuaciones concretas y positivas que ayudan a tener prestigio y autoridad positiva ante los hijos:
  • Tener unos objetivos claros de lo que pretendemos cuando educamos.
  • Enseñar con claridad cosas concretas.
  • Dar tiempo de aprendizaje.
  • Valorar siempre sus intentos y sus esfuerzos por mejorar, resaltando lo que hace bien y pasando por alto lo que hace mal.
  • Dar ejemplo para tener fuerza moral y prestigio.
  • Confiar en nuestro hijo.
  • Actuar y huir de los discursos.
  • Reconocer los errores propios.
Pero es muy importante tener en cuenta que para hacer realmente efectivas estas técnicas son absolutamente necesarios dos factores: el amor y el sentido común. Sin ellos no se consigue nada. 



Pablo Pascual Sorribas
Maestro, licenciado en Historia y logopeda. 





      Todas estas recomendaciones pueden ser muy válidas para  tener autoridad positiva o totalmente ineficaz e incluso negativa. Todo depende de dos factores, que si son importantes en cualquier actuación humana, en la relación con los  hijos son absolutamente imprescindibles: amor y sentido común.  
      El amor supone tomar decisiones que a veces son dolorosas, a corto plazo, para los padres y para los hijos, pero que después son valoradas de tal manera que dejan un buen sabor de boca y un bienestar interior en los hijos y en los padres.  
      El sentido común para aplicar la técnica adecuada en el momento preciso y con la intensidad apropiada, en función del niño, del adulto y de la situación en concreto. El sentido común nos dice que no debemos matar moscas a cañonazos ni leones con resorteras.  Un adulto debe tener sentido común para saber con qué firmeza debe actuar.

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¿Cómo mejorar la comunicación con nuestros hijos?

Me cuesta comunicar con mi hijo, y eso que me intereso mucho por lo que hace, pero nunca sigue mis consejos ni confía en mí cuando tiene problemas." ¿Te has sentido así alguna vez? ¿Crees que necesitas revisar la manera de comunicar con tu hijo? Escuchar atentamente es el primer paso que nos permitirá conocer qué preocupa al niño y cuál es su estado emocional.
Las conversaciones que mantenemos diariamente con nuestros hijos derivan, , en una comunicación abierta o cerrada. La comunicación abierta se basa en la escucha activa y reflexiva tanto de las palabras del niño o joven como de sus sentimientos (expresados verbalmente o no).
En la comunicación cerrada en cambio, la escucha es pasiva. No dejamos lugar para que el niño muestre lo que siente y lo que piensa, y en el caso de que sí se lo permitamos, nos apresuramos a negar sus sentimientos o a infravalorarlos.
Existe una tipología de padres basada en las respuestas que cierran la puerta de comunicación con sus hijos:
  • los padres autoritarios
  • los que hacen sentir culpa
  • los que dan conferencias
  • los que quitan importancia a lo que ha pasado
Mantener una comunicación abierta a lo largo de la infancia y la adolescencia de nuestros hijos nos ayudará a tener menos enfrentamientos con ellos, a mantener un clima de seguridad y confianza mutuas y a sentirnos más satisfechos de nuestra labor de padres. A ellos les ayudará a no sentirse solos, a sentirse valorados y reconocidos, a reafirmarse en su vida y a ser personas emocionalmente estables.

Carmen Herrera García
Profesora de Educación Infantil y Primaria 






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Tener un mal día y descargar el mal humor en los hijos

Hemos tenido un mal día en el trabajo, entramos en casa y lo encontramos todo patas arriba: el suelo lleno de juguetes mientras nuestro hijo juega con el mando a distancia. No ha hecho ninguna de las tareas que le habíamos asignado y, entonces, nuestro mal humor estalla de manera desmesurada. ¿Cómo podemos evitar herir al niño con nuestras palabras? ¿Puedo convertir el mal humor en un discurso instructivo?
Las palabras tienen el don de perdurar larga y venenosamente en la memoria. Y lo peor es que algunos niños las resucitan más tarde para esgrimirlas como armas contra sí mismos.
Enfadarse o sentir ira no es negativo en sí mismo. Son sentimientos inherentes a la naturaleza humana de los cuales todos participamos en un momento u otro. Lo difícil es sentir enfado, ira o furia sin dañar a la persona que tenemos delante, y, seamos honestos, nuestros hijos cargan a menudo con elevadas dosis de malhumor que le corresponderían a nuestro jefe, a la economía o al dolor de espalda.
Carmen Herrera García
Profesora de Educación Infantil y Primaria 


La dedicación a la familia en estos tiempos es algo que nos cuesta mucho, pero ahí estamos luchando entre nuestros compañeros de trabajo y la defensa de nuestro hogar. Personalmente cuando llego a casa me olvido de la escuela  y trato de ver a mi familia e interactuar con ella en alguna actividad, pero cuando tengo un mal día, llego a casa y le digo a mis hijos que he tenido un mal día y que me den unos segundos de espacio para no afectarlos.

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¿Los premios y los castigos son educativos?

"Si apruebas el examen te compro un regalo", "No, hoy no ves la tele, estás castigado". ¿Te suenan? A veces ya no sabes qué hacer para que tu hijo se comporte de una determinada manera. Es entonces cuando recurres al premio o al castigo, aunque no siempre son eficaces ni actúan de manera inmediata. En todo caso, se trata de recursos que debemos emplear con prudencia para que den resultados.

Tener autoridad, que no autoritarismo, es básico para la educación de nuestro hijo. Debemos marcar límites y objetivos claros que le permitan diferenciar qué está bien y qué está mal, pero uno de los errores más frecuentes de padres y madres es excederse en la tolerancia. Y entonces empiezan los problemas. Hay que llegar a un equilibrio, ¿cómo conseguirlo para tener autoridad?
La autoridad es un valor en alza que los padres conscientes deben procurar tener. Se consigue y se pierde en función de las actuaciones concretas en relación con los hijos.
La permisividad, ceder después de decir no, el autoritarismo, la falta de coherencia entre la pareja y con uno mismo, gritar, perder los estribos, no cumplir las promesas ni las amenazas, no negociar, no escuchar y exigir éxitos inmediatos son actuaciones que debilitan la autoridad.
Estos son los principales errores que, con más frecuencia, debilitan y disminuyen la autoridad de los padres:
  • La permisividad
  • Ceder después de decir no
  • El autoritarismo
  • Falta de coherencia
  • Gritar. Perder los estribos
  • No cumplir las promesas ni las amenazas
  • No negociar
  • No escuchar
  • Exigir éxitos inmediatos



Actuaciones concretas y positivas que ayudan a tener prestigio y autoridad positiva ante los hijos:
  • Tener unos objetivos claros de lo que pretendemos cuando educamos.
  • Enseñar con claridad cosas concretas.
  • Dar tiempo de aprendizaje.
  • Valorar siempre sus intentos y sus esfuerzos por mejorar, resaltando lo que hace bien y pasando por alto lo que hace mal.
  • Dar ejemplo para tener fuerza moral y prestigio.
  • Confiar en nuestro hijo.
  • Actuar y huir de los discursos.
  • Reconocer los errores propios.


Pero es muy importante tener en cuenta que para hacer realmente efectivas estas técnicas son absolutamente necesarios dos factores: el amor y el sentido común. Sin ellos no se consigue nada. 
Premios y castigos, aunque afectan sólo a la conducta externa y, por tanto, pueden no influir en la personalidad íntima, generan un ambiente que facilita la comunicación entre las personas de la familia o mejora las capacidades de la persona. Ambos aspectos son elementos facilitadores de la educación. ¿No es cierto que será más fácil la educación de los hijos si, con ayuda de algún premio y algún castigo, conseguimos que mantengan el orden en sus cosas y usen ciertos modales? ¿No será lo mismo si conseguimos que estudien y mejoren su capacidad de razonamiento?
José María Lahoz García
Pedagogo (Orientador escolar y profesional), 
Profesor de Educación Primaria y de Psicología 
y Pedagogía en Secundaria 


Es buenísimo este artículo pues habla de lo que debemos y no debemos hacer con nuestros hijos o alumnos, nos facilita las medidas que debemos tomar y las posibles respuestas conductuales que caben esperar en respuesta a cualquiera de nuestras decisiones.

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"Paso de este rollo"
Cuántas veces hemos oído expresiones como "no me apetece hacer eso", "me cansa tal cosa" y, sobre todo, "no me gusta estudiar, paso de estudiar". No sabemos qué hacer para cambiar las cosas, pero somos conscientes de que estos comportamientos pasivos y caprichosos se tienen que eliminar. Es fundamental que nuestro hijo aprenda a esforzarse para conseguir objetivos. De esta manera, entenderá que quien quiere algo debe trabajar para obtenerlo.
Algunos niños y adolescentes presentan pautas de conducta propias de personas inmaduras y que se caracterizan por ser egocéntricas y caprichosas, con una notable falta de capacidad de esfuerzo y de visión de futuro.
Desde muy pequeños pueden observarse conductas sintomáticas que deben despertar la alarma de los padres:
  • Intentan salirse con la suya, se quejan de todo
  • Sólo comen de lo que les gusta
  • No tienen en cuenta las normas de convivencia y de educación
  • No obedecen si no es en última instancia
  • No hacen sus tareas escolares
  • Muestran descuido y desorden
  • Suelen ser impuntuales.
Para lograr que nuestros hijos sean emprendedores y constantes hace falta un adecuado entrenamiento que se basa en dos estrategias:
  1. Enseñarles a resistir, que significa enseñarles a perseverar a pesar de que la tarea canse o sea desagradable.
  2. Enseñarles a emprender, que supone enseñarles a proponerse metas valiosas y a perseverar para alcanzarlas. Nuestra ayuda consistirá en:
·         Mostrarles metas en función de valores personales, sociales y religiosos.
·         Lograr acuerdos o compromisos explícitos con los hijos, especialmente sobre estudios y formas de conducta.
·         Ayudarles a perseverar en lo decidido con nuestra exigencia.
·         Mantener nuestra exigencia con constancia.
José María Lahoz García
Pedagogo (Orientador escolar y profesional), 
Profesor de Educación Primaria y de Psicología 
y Pedagogía en Secundaria 

Afortunadamente no todos los adolescentes son así ni, en caso de que así sean, es una situación irremediable. Es posible conseguir que nuestros hijos no crezcan como personas egocéntricas y caprichosas. Naturalmente, como en tantas facetas de la vida, será más fácil prevenir que curar. Dicho con otras palabras, nuestros hijos deben ser personas capaces de esforzarse para conseguir sus objetivos, y cuanto antes nos pongamos a la tarea más eficaz y fácil será.
JULY


Preparados, listos, ¡ya!

Preparados para jugar, para trabajar en equipo, para obtener alegrías o aceptar derrotas. El deporte contribuye a formar la personalidad de nuestros hijos, potencia su desarrollo físico y les enseña a relacionarse con los demás. En definitiva, representa una especie de mundo en miniatura donde el niño ensaya comportamientos que le servirán en el futuro. Fútbol, natación, baloncesto, judo, tenis, gimnasia rítmica... hay una larga lista para decidir.
Los deportes de equipo (fútbol, baloncesto, balonmano) ayudan a nuestros hijos a no pensar exclusivamente en ellos ni en el éxito personal sino en la unidad del conjunto. Lo importante no es quién marca los goles o quién encesta la pelota sino el compañerismo, hacer amigos, contar con el apoyo del otro. Si cada uno va por su lado, el resultado puede ser un partido ganado, pero nuestros hijos no habrán aprendido que el espíritu deportivo es mucho más que eso, es aprender que lo más importante no es uno mismo, sino todos, y que compartir es más importante que disfrutar en solitario.
  • Los deportes ayudan a nuestros hijos a desarrollarse físicamente pero también les hacen mejorar como personas. Son un medio para hacer amigos, para aprender a respetar a los demás, para comprender que la unión hace la fuerza y que la mayoría de las veces (aunque sea un tópico) lo importante es participar.
  • Los deporte de equipo, la práctica individual o las competiciones no son más que la vida cotidiana en miniatura, donde tenemos que trabajar en equipo, hacer tareas individualmente y presentar un trabajo a tiempo. El comportamiento y la actitud que enseñemos a nuestro hijo a tener en el deporte será una réplica de lo que hará en su vida adulta.

  • Nuestro ejemplo y nuestro aliento serán muy importantes para que nuestro hijo se interese por el deporte y lo vea como una actividad gratificante y llena de recompensas. Animémosle a disfrutar de una mente sana con un cuerpo sano.


Elena Roger Gamir
Pedagoga 

Me parece acertado, para aquellos papás cuyos hijos ya practican algún deporte de manera formal. Buenos consejos para aquellos que se apasionan y presionan como si fueran a ir a las próximas Olimpiadas


JULY



¡Hoy tengo partido!"
"¿Ya tienes preparada la bolsa de deporte? ¿Has cogido la toalla? ¿Quién juega de portero? ¿Que no ha llegado el entrenador?"... ¡Uf! Se podía haber dedicado a otra cosa, pero al final todos nos empeñamos en que hiciera deporte y ahora empieza el campeonato y ya no vivimos. Total, pierden dos de cada tres partidos pero… en fin, lo importante es participar, ¿no? Pues venga, a participar.
Entrar en el circuito de los deportes de equipo significa replantear el tiempo de ocio de toda la familia.
Nuestro hijo deseara que vayamos a verlo jugar y nosotros hemos de procurar no defraudarle. Al principio supondrá un esfuerzo organizar nuestro tiempo y dedicar atención a un nuevo aspecto que hasta entonces no entraba dentro de nuestra cotidianidad.
También tendremos que aprender a ser animosos y respetuosos con el deporte que elija nuestro hijo y a no entorpecer su práctica.
Practicar un deporte le servirá a nuestro hijo para aprender a compartir con un grupo objetivos comunes, a expresar emociones (de alegría ante la victoria o de tristeza ante la derrota), a enfrentarse a los éxitos y las derrotas, y a comprender que el esfuerzo y la preparación son un paso previo a la consecución de una meta.
Josep Manuel Rafí Roig
Padre de familia 



Introducirse en un deporte de equipo es bueno en muchos aspectos. Realmente requiere un sacrificio por nuestra parte, pero, por experiencia, sólo por la recompensa, vale la pena.

JULY


Padres sobreprotectores

Para que los niños tengan un buen desarrollo emocional, necesitan sentirse queridos y cuidados por sus padres; sin embargo, un exceso de protección puede traer más problemas que ventajas.
Actualmente, muchos padres han pasado de un modelo de paternidad exigente, autoritaria y distante a otro mucho más protector.
Si bien es cierto que los niños necesitan del cariño de sus padres para sentirse seguros y queridos, el estar absolutamente pendientes de ellos, convirtiéndolos en el centro de todas nuestras atenciones, da como resultado una sobreprotección que pone en peligro su desarrollo.
Los padres sobreprotectores tienden a:
  • Disculpar todos los errores y tropiezos de sus hijos poniendo las culpas en compañeros y maestros.
  • Evitarles situaciones que piensan pueden resultarles conflictivas o difíciles de resolver.
  • Anticiparse a las demandas de sus hijos, procurándoles todo tipo de juguetes, atenciones y distracciones antes de que ellos mismos las soliciten.
  • Fomentar conductas más infantiles de las que corresponden a su edad.
El resultado de este tipo de relación es que los niños tienen poca seguridad en sí mismos, una baja autoestima, una gran dependencia de sus padres, muchas dificultades a la hora de tolerar las frustraciones y se convierten en pequeños insaciables que no saben valorar nada de lo que tienen.
Lourdes Mantilla Fernández
Psicóloga clínica 




El artículo me parece interesante pero creo que sería conveniente analizar las causas que impulsan a las familias a envolver a los niños en algodones. En mi opinión, intentamos a veces compensarles por el poco tiempo que pasamos con ellos. En otras ocasiones, quizás les transmitimos inconscientemente nuestros temores a lo desconocido, la enfermedad, etc. Si asumimos que la sobreprotección empieza por algo que falla en nosotros quizás resulte más fácil evitarla y dejar que los niños crezcan por dentro y por fuera.

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Importancia del Modelo Paternal


La principal forma en que los niños aprenden el cómo un hombre debería comportarse en una relación, es observando al padre o modelo paternal. Este artículo va dirigido especialmente a los padres o figura paterna, queriendo dejar algunos consejos en vista de la relevancia que tiene el proceso de modelamiento y su impacto en el futuro comportamiento de sus hijos.
Sus hijos poseen una extraordinaria agudeza de la observación y atención en la manera que usted interactúa con su pareja o la madre de sus hijos, incluso si no vive con ella. Gran parte de los divorcios y violencia doméstica le suceden a hombres y mujeres que crecieron desprovistos de un modelo paternal de relación compasiva y contenedora.
Quizá como padre o futuro papá, se ha preguntado cómo influir en la forma en que usted quiere que sus hijos sean tratados en el futuro y la manera de cómo traten ellos a quienes aman.
Estimados padres, en sus manos está el constituirse como  factores protectores en el desarrollo de sus hijos.
 Aquí algunos consejos:
Valore a la madre de sus hijos. Los hijos se valoran a sí mismos y a los demás en la medida que sienten que su padre y madre se valoran uno al otro.
Cooperación. Muéstrele a sus hijos cómo participar voluntariosamente en una tarea, en la resolución de problemas y el logro de objetivos.
Visión en perspectiva. Puede resultar muy beneficioso el mostrar a sus hijos la importancia de respetar las diferentes perspectivas que tienen las personas que ellos aman, incluso si hay desavenencias entre éstas.
Un concepto que implica los anteriores es la Negociación. Muestre a sus hijos cómo trabajar para solucionar las cosas respetando las perspectivas de otros.
Incentive la Inventiva: el nunca parar en el intento de hacer las cosas de mejor forma.
Motivación para mejorar: afrontar las desavenencias o desacuerdos con una actitud de reconciliación.
Buenos deseos: aprender actitudes positivas junto a las personas que sus hijos aman, aumentará la probabilidad de que ellos tengan buenas relaciones con otros. Piense positivamente acerca de su pareja y dele el beneficio de la confianza de su propio criterio.
Compasión: un concepto fundamental a modelar en sus hijos. Significa el reaccionar con empatía, protección y voluntad ante el dolor, ansiedad o displacer de sus pareja. Reconocer que su pareja es diferente a usted, que tiene su propio carácter y temperamento, diferentes experiencias de vida, creencias, valores y preferencias.
Afecto: El mostrar afecto junto a la madre de sus hijos, puede hacer que ellos se sientan más seguros.
Invertir en la relaciones: las relaciones saludables requieren la demostración con hechos del cuidado del uno al otro.
 Sin la pretensión de dar una guía para ser “buen padre”, invito a revisar estos breves tópicos y evaluar qué impacto tendrían en la formación valórica de sus hijos y de qué forma los protegería en pos de establecer relaciones saludables.
Escrito por Ignacio Peña Lang
Psicólogo Clínico




La adolescencia y sus cambios
Un reportaje que abarca los cambios físicos, psicológicos y sociales que se producen en la adolescencia


La etapa de la “adolescencia” es un momento en la vida que todas las personas transitamos. Es el periodo de la vida que se da entre la niñez y la edad adulta, donde la sexualidad comienza a madurar.
Cuando una persona inicia esta etapa, que generalmente comprende el periodo entre los 11 y 16 años, varios son los cambios que comienza a experimentar, los cuales los podemos agrupar en cambios físicos, psicológicos y sociales. En cuanto a la edad de esta etapa, vale aclarar que no podemos hablar de edades precisas, ya que el inicio a la pubertad (tiempo de cambios hormonales donde las características físicas y sexuales maduran) depende de varios factores que son diferentes para cada persona; genes, género, nutrición, etc.
 Cambios psicológicos de la adolescencia se dirigen a tres cuestiones generales:
1.     A la propia identidad
2.     A la relación con su familia y las demás personas
3.     A lo que quieren ser
Con esto queremos decir que en la adolescencia las personas desarrollan un pensamiento más analítico y reflexivo. Hay un mayor aferramiento a las ideas propias y un mayor cuestionamiento a las ideas y pensamientos de los más grandes; padres y profesores en mayor medida. Situación ésta que puede desembocar en problemas y discusiones, por ello apelamos al dialogo y al entendimiento mutuo, para hacer de la adolescencia una etapa positiva.
Este tipo de pensamiento también conduce a una modificación de las relaciones, donde los nuevos adolescentes afianzan las relaciones con amigos, alejándose un poco de las personas adultas. Así mismo, producto de estos actuares y cambios, los adolescentes comienzan a pensar en su futuro, en lo que quieren hacer, lograr o conseguir. Primero suelen ser cosas más utópicas, que luego se van modificando a medida que se es más realista, aclarando un poco más lo que quieren ser en el futuro y cómo conseguirlo. De esta forma van dando respuesta al ¿Quién soy? Y ¿Quién quiero ser?
A medida que los cambios físicos y mentales se van sucediendo, el adolescente comienza a cuestionar lo establecido y a preguntarse por su propia existencia y las características de la misma. Lo peculiar es que responde a esos interrogantes a partir de lo que arroja su contacto con otros. El hombre es un ser en relación y en tanto tal necesita de sus pares para desarrollarse. Es en la adolescencia, cuando el proceso de identificación, que actúa como cimiento para la construcción de la identidad, se produce a partir de la interacción con personas de la misma edad. Surgen así, diversas conductas según se esté “dentro” o “fuera” del grupo de pertenencia. En relación a esto último, muchas veces el adolescente desarrolla prácticas inusuales y riesgosas para su integridad con tal de “formar parte”.
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Cambios Sociales en la Adolescencia
Este tipo de cambios se encuentran en una íntima relación con los cambios psicológicos. El querer pertenecer, el querer ser parte y el querer ser aceptado, conduce a los adolescentes a nuevas situaciones sociales y un cambio en las relaciones.
La relación con sus padres ya no va a ser la misma que cuando éstos eran niños. Por el contrario, se va a producir un distanciamiento de ellos, pudiendo ser lastimoso para ambas partes. Pero los nuevos adolescentes van a querer pasar más tiempo con aquellos que estén viviendo una situación similar, pasando, de esta manera, a afianzar su grupo de amigos.
Este cambio en las relaciones puede ser que se torne disgustoso para con los mayores. Esto es porque los adolescentes comienzan a cuestionar más cosas, llegando a ser muy desafiantes en algunas situaciones donde los padres quieran imponer límites o marcar pautas y ellos se sientan incomprendidos.
Bárbara Hirtz 


Esta etapa de la vida puede ser hermosa como traumática, pueden ser los años más felices de una persona como los más tristes de otra. Todo aquel que esté en contacto con algún adolescente debe saber que su papel es importante, debe saber respecto estos cambios y cómo ayudar al nuevo adolescente. Aparte, quienes ya pasamos esta etapa sabemos muy bien lo difícil que puede ser para algunos chicos el integrarse y el ser parte aceptada. En este punto, los familiares y mayores deben afirmar los valores del compañerismo y respeto en el adolescente, como también ayudarle en estos cambios importantes de su vida.
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Los adolescentes y sus cambios emocionales


Los niños pequeños no pueden pensar en el futuro demasiado, pero los adolescentes sí pueden y suelen hacerlo con frecuencia-lo que resulta en que se preocupen por el futuro. Algunos podrían preocuparse excesivamente de:


·   su rendimiento en la escuela
·   su apariencia, su desarrollo físico y su popularidad;
·   la posibilidad de que uno de sus padres fallezca
·   ser hostigados en la escuela;
·   la violencia escolar;
·   no tener amigos;
·   las drogas y el alcohol;
·   hambre y pobreza en el país;
·   fracaso en obtener empleo;
·   bombas nucleares o ataques terroristas en el país;
·   el divorcio de sus padres; y
·   la muerte.

Algunas transformaciones emocionales que se experimentan tienen relación con los cambios dados por el crecimiento físico. Se puede manifestar ambivalencia, es decir, sentimientos opuestos. El adolescente, por ejemplo, quiere ser independiente, valerse por sí mismo, y de manera inconsciente le asusta la idea de serlo; quiere llamar la atención y, al mismo tiempo, le apena. Esto provoca los cambios de humor repentinos. Es un periodo en el que predominan los afectos y apasionamientos.
Uno de los cambios importantes que se dan en la personalidad durante la adolescencia es el desarrollo de la seguridad personal: aspecto primordial en la vida.
Durante la adolescencia se adoptan actitudes y comportamientos que obedecen a nuevas necesidades físicas y emocionales.

 Para superar la adolescencia es necesario conocerse bien y tratar de definir un carácter que conduzca hacia un desarrollo personal pleno y maduro. Para lograrlo es conveniente explorar los pensamientos y los sentimientos y aprender a tomar decisiones analizando sus consecuencias y considerando la opinión de los padres, hermanos y maestros, ya que su experiencia es una buena orientación.


Como te darás cuentas en esta etapa de la vida surgen cambios muy importantes que te darán la pauta para ser una persona distinta a las demás, ya que estarás formando también tu propia identidad. Es importante que durante ella cuentes con personas a las que aprecies de tal manera que puedas contarles todas tus inquietudes, pero sobre todo que sepan darte un buen consejo para guiarte en esta etapa de la vida. No olvides que puedes encontrarlas en tu familia, en la escuela o en algún adulto que sea importante para ti.    JULY




DESARROLLO PSIQUICO INFANTIL

El niño es un ser en evolución permanente, con grandes cambios que se operan en tiempos cortos. El desarrollo afectivo se realiza en la interrelación del niño con su ambiente, especialmente el humano (desde la vida intrauterina está unido íntimamente con la madre, con la que intercambia elementos vitales). Poco a poco se estructuran, se incorporan y hacen propios, emociones y sentimientos. Puede existir daño por carencia o por exceso.

El desarrollo infantil ha sido objeto de diversos estudios con variada orientación y según la doctrina psicológica de cada autor. Intentaremos un esquema descriptivo en concordancia con las escuelas de psicología más conocidas: la de J. Piaget, H. Wallon y la psicoanalítica de S. Freud.
Durante el primer año, las reacciones emocionales están ligadas a la presencia de la madre.
Entre el primer y tercer año se adquieren el lenguaje y la marcha, que lo llevan a explorar el mundo; las respuestas emocionales se tornan más adaptadas y variadas. Se hacen adquisiciones psicomotoras y se estructuran lazos afectivos. El niño tiende a independizarse. También en este período ocurre el aprendizaje del control esfinteriano. La conducta del niño dependerá en gran parte de la actitud de los adultos. El Yo va configurándose dentro de un mundo del cual el niño forma parte.

By Karen Martinez Tinajero
MARCELLI D. Manual de Psicopatología del niño. Edit. Toray, 1982.

EL niño debe explorársele, tratando de romper las barreras de la inhibición. Una buena técnica es a través del juego y del dibujo libre, para después llegar al diálogo directo cuando el lenguaje del niño lo permita. Si el problema tiene relación con la vida escolar, debe establecerse comunicación con los profesores; cuando tenga relación con la salud física,
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